El cuaderno de campo del centro valenciano ha registrado un total de 101 especies de aves que visitan asiduamente la “Albufereta” del acuario desde 2015
En las instalaciones del Oceanogràfic existe el “Lago Vivo”, una extensión de agua dulce en la que se pueden observar cotidianamente una amplia variedad de aves acuáticas, como Pato colorado (Netta rufina), Tarro blanco (Tadorna tadorna) o Cisne cantor (Cygnus cygnus) que campan a sus anchas y forma parte de la gran familia de animales al cuidado del acuario. Sin embargo, el proceso de naturalización de ese lago atrae a diferentes especies de aves, que lo visitan desde varios lugares a lo largo de todo el año y que cada vez son más y más variadas.
Gallineta común, Gallinula chloropus
Desde 2015, momento en el que se dejó de clorar la laguna y empezó el ciclo natural, se ha ido registrando en un cuaderno de campo el número de especies, generalmente aves, que han visitado la “Albufereta de l’Oceanogràfic” hasta la actualidad.
El lago actualmente sigue un ciclo natural libre de cloro que hace que proliferen las algas, que a su vez muchos insectos lo utilizan como lugar de protección y puesta de sus huevos. A continuación, aparecen algunas especies que se alimentan de estos insectos, como las ranas o las pequeñas aves. Por último, algunas aves más grandes se acercan y depredan sobre ellas. Por lo tanto, el ciclo de la vida también se representa en este nuevo hábitat del Oceanogràfic: el Lago Vivo.
Gaviotas y cormoranes
Entre las especies que se han observado visitando nuestras instalaciones está el Cormorán grande (Phalacrocorax carbo). Una especie que se alimenta de peces -es piscívora- y que viene al Oceanogràfic a visitar a los que aquí habitan, aprovechando además los momentos de alimentación del pescado que entregan los cuidadores.
Gaviota patiamarilla, Larus michahellis
Sin embargo, la especie visitante más observada del Oceanogràfic es la Gaviota patiamarilla (Larus michahellis). Esta inteligente especie se alimenta de un amplio abanico de posibilidades, desde palomas hasta comida de las propias especies del lago. Utiliza diferentes instalaciones del parque como posadero, desde donde controla su campo de visión y suele observarse todos los días volando por entre los edificios, pasillos, estructuras, etc.
Gallineta común
Una de las aves más frecuente, y que se puede observar todo el año, es la Gallineta común (Gallinula chloropus). Una especie común en ríos, lagos y humedales, que cuenta con varias parejas dentro de las instalaciones del Oceanogràfic. El Lago Vivo supone una fuente importante de alimento, por las algas presentes en el agua. Es fácil de observar moviéndose con los patos de la instalación o, incluso, caminando fuera del agua.
Frecuencia de “pequeños helicópteros”
Pero no únicamente las aves visitan la laguna natural del centro. Otras especies, como las libélulas, también son frecuentes de observar.
La evolución del lago vivo ha favorecido la presencia, cada vez mayor, de estos insectos de vuelo curioso. Las especies de libélulas detectadas -un total de diez- como el tizón común (Sympetrum fonscolombii), la libélula azul (Orthetrum cancellatum) o el alguacil emperador (Aeshna mixta) necesitan de vegetación palustre, típica de las zonas húmedas; por lo que la presencia de estos pequeños helicópteros en el “Lago Vivo” indica la existencia de este tipo de vegetación y, por tanto, de que contamos con una zona húmeda en nuestras instalaciones.
Sympetrum fonscolombii
Uno de los aspectos que diferencian el sexo de las libélulas es su coloración. Las hembras suelen presentar unos colores más apagados, siendo estos más brillantes en el caso de los machos.
Zona de paso de aves migradoras
Gracias a la ubicación en la que se encuentra el Oceanogràfic, por su cercanía a la Albufera de València, podemos observar la migración de aves muy pequeñas como el mosquitero común (Phylloscopus collybita) o el mosquitero musical (Phylloscopus trochilus). Este último no llega a los diez gramos de peso y, tras pasar el invierno en la zona subsahariana, durante la primavera migra al norte de Europa tras haber realizado un viaje de más de diez mil kilómetros.
Un trayecto que realiza de vuelta durante la época otoñal y que, al igual que en su viaje de ida, hace una parada en nuestras instalaciones gracias, además, a la presencia de insectos de los que se alimenta.