El viaje de Carla desde Goteborg a València constituye un hito en el transporte animal en Europa y el resto del mundo.
Unos 30 profesionales han intervenido en el traslado, instalación y aclimatación de la raya pristiforme.
El acuario valenciano se convierte en uno de los pocos centros que tienen dos peces sierra en sus aguas.
El pez sierra, una hembra adulta, convive con otro, Mr. Jasson, de distinta especie en el hábitat de Océanos.
El Oceanogràfic ha integrado con total éxito un nuevo animal de extraordinaria belleza y de imponente envergadura, Carla, un pez sierra adulto, hembra, de casi 170 kilos y cerca de 4 metros de largo, que se ha adaptado al hábitat Océanos, después de realizar de punta a punta de Europa un viaje que nadie había llevado a cabo hasta ahora.
Del Universeum (Suecia) al Oceanogràfic (España) hay cerca de 2.800 kilómetros y casi 60 horas, la distancia y el tiempo que recorrió el pez sierra (Pristis pristis) en un camión, dotado de todos los adelantos tecnológicos de localización, contacto, seguridad y bienestar, dentro de un tanque de dimensiones extraordinarias: 5,5m x 2,3m y 14.000 litros.
El traslado debía estar minuciosamente preparado y organizado, porque en este tipo de intervenciones es crucial invertir el menor tiempo posible en cada una de las etapas de todo el proceso con el objetivo de minimizar el stress y asegurar su bienestar.
Tan imponente transporte llegó a las puertas del Oceanogràfic a las 11 de la noche del 19 de junio de 2019, en medio de una ansiosa expectativa…
Para que todo eso ocurriera con fluidez hubo de diseñarse uno de los transportes de animal más complejos de los que hay constancia en Europa y el mundo. Una auténtica obra de ingeniería biológica y logística, posible gracias a las empresas especializadas Cairns Marine y DeJong Marinelife, y a la orquestación y buen trabajo de un equipo de profesionales de distintas especialidades y departamentos, que superaba el número de 30 miembros.
Una perfecta coreografía
Como en una perfecta coreografía, veterinarios, acuaristas, biólogos, buceadores, cuidadores, transportistas… conocían y habían ensayado todas las posiciones, movimientos y supuestos que podrían darse en el traslado de este animal tan poderoso desde su origen, el complejo sueco Universeum.
Nada más llegar a las puertas del Oceanogràfic, todo el conjunto de profesionales se aprestó a realizar su papel con especial atención. Lo primero, abrir el tanque del transporte y tomar de inmediato datos del estado del animal que se mostraba tranquilo, y de los parámetros del agua. Los que pudieron contemplarlo por primera vez no escatimaron expresiones de asombro. Muy pocas personas en el mundo han podido ver un pez sierra de esas dimensiones, tan cerca, tan accesible.
Allí, sin pérdida de tiempo, atentos a cualquier movimiento de esta descomunal raya, se procedió a medir a Carla y extraer las primeras muestras para conocer su estado de salud. Una oportunidad única que no podían desaprovechar quienes hacen de su vida el conocimiento profundo y sanitario de estos animales, teniendo como objetivo su bienestar.
Público infantil en el último trayecto
Luego se abrieron las puertas hacía el gran espacio de Océanos, de 7 millones de litros de agua, y los mismos buzos guiaron en formación a Carla, acompañándola pausadamente hasta que quedó depositada en el suelo.
Carla llegó a su nuevo hogar, casualidad, entre la admiración somnolienta de los niños y niñas que pasaban esa noche entre tiburones.
La cohorte de buceadores que la rodeaban en una prudente distancia y los miembros del equipo, al otro lado del acrílico, contenían la respiración esperando, ahora ya sin funda protectora en el hocico, de la reacción del animal, reposado y quieto – aun así, imponente- una señal positiva, definitiva, que llegó a los 20 minutos.
Una “llisa” para empezar una nueva vida
A partir de entonces comenzaba el trabajo del equipo de Océanos para favorecer su adaptación al nuevo territorio y la vigilancia constante de veterinaria.
La alimentación es el principal vehículo y síntoma de adaptación, de modo que se fue probando con distinto pescado variado hasta que finalmente se animó, curiosamente, con un pez muy típico del Mediterráneo, que le puso ante sus fauces, Carla, trabajadora del equipo de Océanos y a partir de ahí comenzó la nueva vida. Por eso el pez sierra de Suecia lleva por nombre Carla.
Actualmente tiene una dieta muy variada, con piezas de gran tamaño de merluza, caballa, bacalao, jurel dentón, pota, pescadilla, salmón, bonito, brótola, congrio y, por supuesto, “llisa” o mújol, en la cantidad de un kilo diario de lunes a viernes. Todo su alimento está registrado fielmente, incluidas las vitaminas.
Nocturno y con carácter
Su vida es pausada y se relaciona con el otro pez sierra que habita Océanos, Mr. Jasson, un macho de una especie diferente, Pristis zijsron, por lo que no podrán tener una relación reproductora, si bien supone en un hito para el Oceanogràfic ya que muy pocos centros pueden mostrar dos animales en un mismo hábitat.
Carla es un animal de carácter preferentemente nocturno. De día se mantiene parada en el fondo en su zona favorita, aunque atenta a cualquier agresión, y no duda en utilizar su hocico hipersensible de escamas dentales, que le permite detectar el movimiento e incluso el latido de presas enterradas.
Por ello se hubo de diseñar un sistema de alimentación especial, un palo en forma de “ele” notablemente largo con una brida para sujetar la pieza con el fin de evitar que se golpee al intentar capturar la presa, ya que puede utilizar furiosamente su hocico.
Por el tamaño que tiene y puede llegar a alcanzar, la estrategia de alimentación ha buscado que el animal no relacione a los buceadores con la comida, por lo que se le administra desde fuera del agua, de modo que nunca se les acerca mientras bucean.