- Los daños y heridas infringidas a cuatro quelonios atendidos en el ARCA del Mar ejemplifican el daño que provoca la actividad humana en el mar
Cada año se curan en el ARCA del Mar del Oceanogràfic de València una media de 70 tortugas bobas (caretta caretta) procedentes del litoral de la Comunitat Valenciana. El equipo de veterinarios y, por tanto, la Fundación Oceanogràfic ya se ha convertido en un auténtico referente para cualquiera que quiera conocer los mejores métodos a desarrollar para su cura, cuidado y conservación. Incluso dos de sus integrantes han firmado la primera publicación mundial sobre este asunto. Tal es la asiduidad con la que se enfrentan estos animales a los riesgos que corren en el mar como consecuencia de la acción humana.
Porque de esa media anual de ingresos la gran mayoría se produce como consecuencia de las labores de arrastre y trasmallo para la pesca. Un reciente estudio publicado por Asociación Chelonia sobre los efectos de la pesca en el Mediterráneo, elaborado a través de encuestas con pescadores, arroja como resultado que se capturan anualmente una media de 500 quelonios por los barcos que faenan en la Comunitat Valenciana y Cataluña.
El resto de ingresos y tortugas atendidas en el “hospital del mar” se debe a la ingestión o daños provocados por los plásticos que inundan el mar. En muy pocas ocasiones ha llegado al Oceanogràfic una tortuga enferma.
En la actualidad, la peripecia de cuatro tortugas acogidas en el ARCA supone una buena muestra de las diversas actividades humanas que pueden perjudicar a estos animales: la pesca, la basura marina y la navegación.
Amputada por los hilos de rafia
La numerada 407 procedía de Orihuela. Es una tortuguilla juvenil de poco más de dos quilos. Estaba florando en superficie, incapaz de nadar, atenazada por los hilos de un saco de rafia, sobre todo en una aleta. La acción solidaria de los ciudadanos hizo que pudiera llegar el pasado 13 de septiembre al Oceanogràfic de forma urgente. Allí, los veterinarios valoraron la lesión como grave, y se analizó si podría ser recuperable la aleta derecha.
Imposible. Finalmente hubo que amputarla y en la actualidad se encuentra en uno de los tanques recuperándose. Está cicatrizando la herida y el animal está adaptando su natación a tres aletas, algo que antes o después ocurrirá y entonces podrá volver al mar con todas las garantías.
Cada año se han de realizar dos o tres amputaciones por la misma razón.
Golpeada por una quilla
La tortuga 408 es un ejemplar fuerte, joven y robusto. Pesa 32 kilos y fue recogida en El Perelló, gracias a los pescadores que la capturaron accidentalmente con el trasmallo. El patrón del barco decidió llamar al 112 por lo que se activó la Red de Varamientos, que recogió el animal. Acertó el patrón con el problema, porque era urgente que se atendiera una brutal fractura en la parte craneal del caparazón.
Nada más llegar se le practicó una cirugía para aproximar los bordes de la herida y favorecer la cicatrización. En este momento se le aplican curas y el tratamiento habitual a la espera de su recuperación y posterior suelta. Ha sido apadrinada por la atleta paraolímpica, Teresa Perales.
Un sedal mortífero
La tortuga número 409 ya está en el mar. Recobró su vida natural en la playa de Les Palmeres de Sueca la semana pasada. Llegó al Hospital del Mar gracias a la colaboración ciudadana y a la Red de Varamientos, activada desde el 112. Presentaba un problema amenazante puesto que estaba enredada en un sedal, tenía marcas del hilo en las aletas y se había alojada en la cloaca. Como siempre se analizó el animal, se hicieron las correspondientes radiografías para valorar si los intestinos estaban en buen estado dado que podía haber zoado la mucosa, haberse lacerado y abierto el intestino, pero hubo buenas noticias: no había daños intestinales. Además se observó que el sedal transcurría por el tracto digestivo, por lo que se aguardó con la esperanza de que lo defecara.
Fue así, siempre con el cuidado de los veterinarios, hasta que definitivamente se soltó en un acto en el que participaron dos colegios de Sueca el viernes de la semana pasada.
Un mechero en el estómago
Las tortugas son voraces, comen de todo, sobre todo si la apariencia de los objetos que pasan junto a ellas es la de su comida favorita: las medusas. Pero también pueden llegar a ingerir un mechero. Eso fue lo que encontró el servicio de veterinaria en una tortuga juvenil de 4,2 kilos de peso que fue arrastrada por un barco de pesca de Burriana, que envió el animal al “hospital del mar” sin saber lo que escondía en su intestino.
En el ARCA del Mar descubrieron que el quelonio, como tantos otros, sufría una embolia gaseosa leve por lo que fue introducida en la cámara hiperbárica para su recuperación. Pero dentro de los controles rutinarios se le hizo una radiografía y en ella se observó claramente el cabezal metálico de un mechero. Enseguida se dispararon las alarmas, pero el posterior análisis tranquilizó a los veterinarios que pensaron, y acertaron, que el animal terminaría expulsando el objeto extraño vía tracto rectal, cosa que sucedió.
La recuperación fue inmediata y el 27 de noviembre volvió al mar en Tavernes de la Valldigna de la mano del colegio Magraner.